Hoy les vengo a hablar de ellas. De las mejores del mundo.
Las que se bancan mis locuras y me sacan sonrisas todos los días.
Ellas son diversas, únicas y especiales. Tienen miles de
defectos y millones de virtudes. Son hermosas, inteligentes y divertidas.
Tengo la clase de amigas que escucha, que sostiene, que
contiene y ayuda. Saldrían a matar por una lágrima.
No, vos no entendes. Nosotras no necesitamos una cita para
encontrarnos, o un motivo para festejar, o un gran sueldo para irnos de paseo,
ni vernos todos los días para estar unidas.
Con mis amigas festejamos los triunfos y bancamos los fracasos
de una y de todas. Si alguna tiene un problema, con mis amigas escuchamos
audios de tres minutos, dejamos que haga catarsis y la ayudamos a levantarse.
No necesitamos una excusa para juntarnos a tomar mates, ni
grandes banquetes. Haya fiesta o una simple noche viendo películas.
Tengo la clase de amigas que te pagan un pasaje para irse de
vacaciones todas juntas. O te ceba un mate mientras haces un trabajo de la
facultad. O te acompaña al boliche porque está el pibe que te gusta. La clase
de amigas que te acompaña a un recital en la otra punta solo para que no vayas
sola. O te hace el aguante por teléfono hasta las tres de la mañana para saber
que volviste bien de una cita.
Amigas que son hermanas, que aconsejan, escuchan y no
juzgan.
Amigas que me dieron sobrinos hermosos, amigas que ya son
familia…
Me siento feliz cuando veo todas las cosas que hicimos
juntas, el camino que recorrimos y las miles de anécdotas que tenemos. Y espero
que sumemos miles de historias…
Amigas de viajes, amigas de brownies, pochoclos y vodka,
amigas de helados, mates y los canelones de mamá Zulma. Amigas de la vida,
amigas del alma…